Las 4 fases de la recuperación de una adicción

Cada persona llega con una historia distinta, pero hay algo que se repite: nadie entra en tratamiento porque simplemente “quiere cambiar”. Se llega cuando ya no se puede más. Cuando todo lo que antes ayudaba a sostenerse deja de funcionar.

Y es ahí donde comienza algo nuevo. Un camino que no se recorre de golpe ni con soluciones mágicas. La recuperación es un proceso —personal, complejo, vivo— que se construye con tiempo, con acompañamiento y con mucha más paciencia que prisa.

En Recovery CT hablamos de las 4 fases de la recuperación de una adicción. No porque todas las personas pasen por ellas igual, sino porque ayudan a orientarse cuando todo parece incierto.

Fase 1: Deshabituación y abstinencia

“La primera fase sería la deshabituación, donde la persona se retira de los estímulos y empieza a aprender cómo funciona la enfermedad en él.”

Fases de la recuperación de una adicción: Deshabituación y abstinencia

En esta primera etapa, el trabajo es doble: por un lado, hay que dejar el consumo. Por otro, empezar a entender qué función cumplía en la vida de esa persona. Porque lo que suele pasar es que, al quitarlo, no solo desaparece la sustancia: aparece todo lo que venía escondido debajo.

La desintoxicación suele llevarse a cabo en un centro de ingreso residencial, donde la persona puede estar a salvo de estímulos, rutinas o vínculos que hasta ahora formaban parte del circuito de la adicción. Es un espacio protegido, sin presiones externas, que permite parar de verdad.

La duración varía, pero por lo general este proceso inicial puede durar entre dos y cuatro semanas, dependiendo de la sustancia, del estado físico y emocional de la persona, y también de su recorrido previo. No hay un tiempo exacto. Lo que sí hay es una necesidad común: sostener lo que empieza a removerse.

En estos días, es frecuente que aparezcan síntomas de ansiedad, malestar físico, tristeza o un vacío difícil de nombrar. Y por eso, más que intervenir, muchas veces lo importante es estar. Escuchar. Poner palabras cuando se puede. Y acompañar cuando no hay nada que decir, pero sí mucho que sostener.

Fase 2: Conciencia y responsabilidad

“Empieza a adquirir nuevas herramientas, nuevos mecanismos de gestión emocional para poder enfrentar la realidad de su vida.”

Después de los primeros días sin consumir, cuando el cuerpo empieza a calmarse, es cuando toca mirar hacia dentro. No desde la culpa, ni con exigencias. Más bien desde la pregunta: ¿qué papel ha jugado la adicción en todo esto? Porque casi nunca es solo la sustancia. Detrás suele haber una historia: emociones desbordadas, relaciones rotas, cosas que costaba demasiado enfrentar.

Es un momento clave. La persona empieza a reconocer lo que le pasa, a poner palabras, a dejar de esconderse. Se trabaja con herramientas nuevas: cómo regular lo que siente, cómo pedir ayuda, cómo vivir sin anestesias. No todo sale bien desde el principio, y eso es normal. Hay retrocesos. Hay dudas. Y por eso hace falta un equipo cerca. Que escuche, que sostenga, que no juzgue cuando se tambalea.

Esta parte del proceso, por lo general, se lleva a cabo en régimen de ingreso. Estar en un entorno protegido, con estructura y sin presiones externas, facilita mucho las cosas. Pero no todo el mundo puede —ni necesita— hacerla igual. Algunas personas siguen esta fase en viviendas asistidas o en un centro de tratamieto ambulatorio. Depende del caso, del contexto, de lo que esa persona puede y quiere sostener en ese momento. No hay una única manera, y eso también se respeta.

Fase 3: Reintegración

“Nuestro equipo acompaña a la persona mientras aplica estas herramientas... tiene un recurso al cual sostenerse mientras enfrenta la realidad.”

En esta etapa empiezan los verdaderos retos. Todo lo que se ha ido trabajando en un entorno seguro ahora se pone en juego fuera, en la vida real. Volver a casa, enfrentarse al trabajo, a relaciones que quizá siguen heridas, a decisiones que ya no se pueden postergar.

Y sí, reaparecen cosas que uno creía haber dejado atrás: enfados, tentaciones, inseguridades. Pero también empiezan a aparecer herramientas. Cosas que antes no estaban, o que ahora se viven distinto.

Por eso es tan importante que haya un acompañamiento presente, pero no invasivo. Que se pueda preguntar, ajustar, revisar. Que el proceso no se viva en soledad.

A veces las recaídas llegan. No siempre, pero puede pasar. Y cuando pasan, se habla. Se entienden. Se trabajan. No como castigo ni como señal de fracaso, sino como una parte más del proceso. Algo que dice algo. Que pide ser escuchado.

En esta etapa suele recomendarse la continuidad en un centro ambulatorio o en pisos tutelados, que permiten mantener el vínculo terapéutico mientras se empieza a recuperar autonomía. No todo se reintegra de golpe. Se hace paso a paso, con apoyo, sin aislarse.

La persona empieza a reconstruir sus espacios laborales, afectivos, familiares, y necesita poder hacerlo sin tener que demostrar que ya está “bien” todo el tiempo. Porque estar en proceso no es estar fallando: es estar caminando.

Fase 4: Mantenimiento

“La persona acude de forma periódica como para mantener la conciencia de la enfermedad y tener un tratamiento prolongado en el tiempo.”

La recuperación no termina con el alta. De hecho, ahí empieza otra etapa: la de sostener. Las sesiones de seguimiento, las visitas regulares, los espacios grupales… ayudan a no perder de vista lo trabajado, y a prevenir recaídas que muchas veces aparecen cuando parece que “todo va bien”.

Aquí se consolida algo fundamental: la conciencia de enfermedad. No desde el miedo, sino desde la claridad. La persona sabe lo que le ocurre, conoce sus recursos, reconoce sus señales de alerta. Y también aprende que cuidarse no es algo puntual, sino un compromiso continuo consigo misma.

Recuperar no es volver atrás: es construir algo nuevo

En este proceso no se trata de “volver a ser quien eras antes de la adicción”, porque muchas veces, ese lugar también estaba lleno de sufrimiento. La verdadera recuperación tiene más que ver con hacer algo distinto con lo que duele, y poder vivir de una forma más libre, más presente y más real.

Cada fase trae sus desafíos. Y ninguna se atraviesa igual en todas las personas. Por eso en Recovery CT no trabajamos con fórmulas, sino con procesos. Y ahí estamos: para sostener, para acompañar y para adaptarnos a lo que cada uno necesite.

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